lunes, 14 de marzo de 2011

Soundtrack de un día

Me costó mucho trabajo despertar, el regreso de las áridas tierras del sueño fue acompañado por una tonada que hace tiempo no evocaba, como un recordatorio de lo que no quería que pasara, y que sin embargo permití que sucediese, supongo que cuando todo termina hay que hacer el camino a la inversa para borrar las huellas que hemos dejado, o por lo menos para limpiar los despojos antes de que todo se convierta en una escena del crimen en toda regla.

De inmediato me cambie el disco mental y puse mi último mantra personal un tanto para acabar de despertar bajo el agua de la regadera y otro tanto para recordarme el no permitir abusos de nuevo, mucho menos de pensamientos o recuerdos ponzoñosos que solo buscan minarme el camino.

Ya en el coche me puse los audifonos y decidí suprimir las mentadas de madre hacia los otros conductores poniendo algo con un poco mas de poder, después el reproductor intento hacerme pasar un mal rato tocando la melancolía de una despedida muchas veces anunciada pero jamas concretada, dejé correr la canción decidido a enfrentar los demonios que me acosan, para quitarme todo resquicio de tristeza que se pudiese haber quedado decidí poner esa canción que me devuelve la esperanza y me muestra el camino.

En la oficina la siempre oportuna PJ Harvey despertó lo que aún estaba aletargado en mi, algo que ni tres tazas de café habían podido conseguir, las horas pasaron tan lentas como la angustia y después de cálculos y encuadres banales fué momento de reencontrame conmigo, la homilía como es habitual corrió a cargo de Weiland, comulgué con aquello que había olvidado y le di la paz a mis diferentes yos,  hermanos podeís cantar en paz, el dolor se ha terminado.

El regreso no estuvo exento de los traileros drogados que te avientan el mastodonte que vienen manejando solo para ganar unos cuantos metros, el odio concentrado hacia ellos salio a flote con  Dead Can Dance y por un momento los vi arder entre fierros retorcidos, vi un festín de carne chamuscada y gritos desesperados pidiendo ayuda, iguales a aquellos gritos que tantas veces ahogue pidiendo tu ayuda.

Llegando a casa me autorecete unos cuantos megas de  Abraham Boba, con la intención de calmar mis visiones apocalípticas y también para evitar la autofuga que empezaba a gestarse, por supuesto evité a toda costa el teléfono y reforcé el hecho con un poco de Cake, ya en pleno festín auditivo Hendrix vino a dar la última dosis te automotivación que hacía falta para cerrar el día.

Pero el encore nunca puede faltar y es cuando tomo el medicamento más importante de todos, aquel que me permite poner las cosas en perspectivas y me recuerda que hay gente que solo miente, y lo peor es que ellos mismos se creen esas mentiras, así pues apago el reproductor y evito que la rockola interna se ponga en marcha agarrando el libro en turno, los párpados pesan, no hay tiempo para la reflexión, fuguemonos antes de que el insomnio nos ataque.



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