martes, 27 de diciembre de 2011

Bien Aventurarse

Bienaventurados los soberbios, por que de ellos será el reino de la soledad.

Bienaventurados a los que la muerte les arrancó el corazón, por que no le volverán a temer.

Bienaventurados aquellos que han sufrido más de una decepción en el amor, por que después de cada una de ellas el camino se hace más claro.

Bienaventurados aquellos que quieren ver arder el mundo, porque se han cansado ya de los idiotas.

Bienaventurados los que conservan una esperanza, porque tienen algo a que aferrarse.

Bienaventurados aquellos que no esperan nada, por que nada los decepcionará.

Bienaventurados aquellos que han desconocido cualquier dogma religioso, por que no están atados al miedo de la culpa hipócrita.

Bienaventurados aquellos que lo han perdido todo, por que no temen comenzar de nuevo.

Bienaventurados los que han llorado por perder a sus seres queridos, por que en el tiempo sin tiempo podrán abrazarlos de nuevo.

Bienaventurados los que se regocijan con la sonrisa de su propia sangre, por que han descubierto el mayor de los tesoros.

Bienaventurados los que pueden pedir perdón a aquellos que han lastimado en el pasado, por que la culpa cuando mueran no los tocará ni les carcomerá la existencia.

Bienaventurados los que verdaderamente han amado, por que entienden el verdadero significado de la existencia humana.

Bienaventurados aquellos que no temen llorar, por que no tendrán enfermo el espíritu.

Bienaventurados los que no le temen a la vida, por que conocen la certeza de la muerte.

Bienaventurados los que viven intensamente el presente, por que no tienen puestas sus esperanzas en un futuro incierto

Bienaventurados aquellos que no han perdido la capacidad de soñar, por que pueden imaginar mundos en donde no los alcance el dolor de la realidad.






lunes, 26 de diciembre de 2011

Celebreishon Mood

Y llegamos a la época del año en que el consumismo se hace por demás presente en el corazón de las personas, en cualquier centro comercial podemos ver filas interminables con el único objetivo de gastarse su aguinaldo, en lo que sea, como sea. Si aún queda espacio en la tarjeta de crédito ¿por qué no? meter unos cuantos "meses sin intereses" Ya que en estas fechas no es más importante la unión familiar, el ejercicio de reflexión, el perdonar y hermanarnos etc. sino la competencia entre nosotros por ver quien tiene el smartphone más avanzado, la pantalla de LCD más reciente o aquel objeto que el monstruo mercadológico haya dicho que debamos tener a cualquier costo.




Pero no solo el consumismo aumenta su presencia entre nosotros, la hipocresía también está en primera fila para pasar lista durante más días que cualquier otro mes del año, el frío ayuda a congelar la sonrisa más falsa que pueda nuestro rostro hacer. No hay nada como el intercambio en la oficina, en donde tendremos que entrarle con una cuota de mínimo 200 pesitos para darle un regalo a alguien que técnicamente no conocemos,  y si decidimos no entrar a este bonito ejercicio de intercambio de objetos que muy posiblemente no usaremos se nos tacha de "grinch" "amargados" "anti-navideños" y un largo etc. La gente no entiende que no es que sea uno grinch, sino que técnicamente se odia  a media humanidad incluida la oficina completa por supuesto. Después viene la cena de fin de año del trabajo, y con ella la oportunidad de darle un caluroso abrazo a ese jefe al que le hemos mentado la madre a lo largo de todo el año, el abrazo por supuesto viene acompañado de los mejores deseos para el año venidero, entre los cuales se incluye el que muy pronto lo pongan de patitas en la calle (no especificamos para quien eran los buenos deseos ¿verdad?) le damos nuestra mejor sonrisa colgate y le decimos que redoblaremos esfuerzos por el bien de la compañía y bla bla bla.

Aquellos que están casados o tiene una pareja "estable" (lo único estable en este universo es la inestabilidad del mismo y de todo lo que lo conforma, incluidas nuestras existencias) tienen que acomodar sus horarios para las respectivas cenas del 24 y 31 con las distintas ramas familiares. Como si se trataran de cenas de estado tienen que preparar sus horarios con precisión matemática para no faltar a ningún compromiso, y cuidadito en no querer cenar con la familia de la bonita esposa o novia, porque literalmente puede armarse la de Dios padre (¿como y qué arma Dios padre?) Muchos deben de aplicar la política para visitas de estado cubanas, esto es "comes y te vas" para poder cumplir con todos los compromisos, y ni se diga de los intercambios ahora con los papás de la pareja, los de nuestra propia familia etc. lejos de disfrutar la celebración se vuelve un verdadero caos.

Y aquí es donde entra el tercer protagonista de las temporadas decembrinas, el estres, si señores y señoritas que leen este su bonito blog pastillesco. Ese bonito y amable cabrón que nos jode el carácter cada que puede, ya sea comprando los regalos del intercambio al que no queríamos entrar, o preparando los horarios para visitar los lugares a los cuales no queremos ir. Y no es solamente por que el tráfico no nos deje llegar a nuestro destino, o porque el pavo se nos esté pasando de cocción, sino porque tenemos tantas cosas en la cabeza que no sabemos a cual darle prioridad. Nos preocupamos por saber cuando recibiremos el aguinaldo y como administrarlo para poder sufragar la cena, los regalos, el gusto que hay que darle a la pareja, los regalos de reyes, el gusto que hay que darle a los papás, el gusto que nos queremos dar nosotros. Nos preocupamos por quedar bien con quien posiblemente no lo aprecie, olvidándonos de las personas más importantes, y a las cuales debemos de darles prioridad número uno: nosotros mismos.(bueno después de los hijos claro)

Cuando era un niño recuerdo que mi familia no podía pasarla en otro lugar que no fuese con mi abuela, todos nos reuníamos, aunque solo fuese esa noche para celebrar además de la Navidad, el hecho de que estuviésemos vivos y juntos, no había regalos por que el mejor regalo era brindarse uno mismo y dar  una noche de su vida a estar con los que se aman, cocinar para ellos, servir para ellos, se que suena trillado y telenovelesco, pero esa era mi realidad a los 8-10 años, luego entonces era una realidad trillada y telenovelesca que extraño.
Disfrutaba enormemente ver a mi abuela con una sonrisa en los labios al ver a todos sus hijos reunidos, bailar, cocinar, cantar y tomarse un tequila con todos sus hijos, ver reunidos por lo menos  una vez al año a todos sus nietos bajo el mismo techo, esa noche ella era feliz, como todos en ese momento lo eramos.

El odio y los reproches son el mejor escudo del dolor cuando muere la gente que amamos, al morir mi abuela esas celebraciones se acabaron, los hermanos se pelearon entre ellos y reproches que no tenían antes espacio encontraron un nicho en el corazón de cada uno de ellos, al morir mi abuela perdieron el motivo y la razón que los unía, así como también perdieron el interés por acercarse entre ellos, y brindarse por lo menos una noche del año.

Lejos del estres y el dolor, del consumismo y la hipocresía, creo que es importante que hagamos un examen de conciencia, que pensemos en lo que hemos mejorado a lo largo del año y que nos falta por mejorar, lejos de hacer propósitos me parece importante y más productivo hacer metas a corto plazo, no preocuparnos por saber como bajaremos los kilos que estamos subiendo estas fiestas, sino disfrutar de cada bocado como si fuese el último (total ya dijeron los mayas que el este teatrito se acaba el siguiente diciembre)

Hay que amar desinteresadamente, disfrutar el tiempo que compartimos con los que queremos, verdaderamente el mejor regalo que les podemos hacer es brindarles tiempo de calidad, hay que mimarnos a nosotros mismos, reconocer nuestros errores y corregirlos, el tratar ya está de más, hay que dejar a un lado la hipocresía y aprender a amar sin condicionar, el día que comprendamos eso entonces abremos entendido el verdadero significado de estas fechas, y no estaremos cual borregos celebrando por celebrar, comiendo y bebiendo por comer y beber, viviendo solo por solo vivir.




domingo, 18 de diciembre de 2011

Aproximaciones


Hay momentos en los que no me entiendo, momentos en los que me pierdo tan profundo dentro de mí mismo que no alcanzan a llegar las voces, los sonidos, los olores de la realidad, esa realidad que se va desdibujando poco a poco, rompiéndose en infinitos fragmentos que contienen realidades paralelas en las que puedo mirarte a los ojos, aquellas realidades que están más allá de cualquier lógica, sin ese tiempo que nos roba la vida, sin las lágrimas que corrompen nuestra existencia.

Las caricias ausentes duelen más que cualquier separación, duelen tanto como aquellas que no han podido darse, sentirse, olerse y respirarse. El brillo de tus ojos se me perdió una mañana en la que extravié la tranquilidad al regresar de tus brazos, esos brazos inmateriales que me buscan sin poderme encontrar, así como yo busco tu sonrisa detrás de las miradas que confundo con la tuya, pero ninguna de esas miradas poseen el brillo de tus ojos eternos que iluminan mis noches y opacan mis días, días en los que te espero, en los que te busco, en los que te anhelo.

Dicen que los amores de ocasión ayudan a olvidar a los amores verdaderos, o por lo menos aminoran el peso de la ausencia, la factura a pagar por este placebo emocional es un infinito abismo de vacío en el que la soledad expande sus dominios. ¿Como olvidar ese amor que aún no ha tenido su tiempo?  ese amor que ha estado latente más allá de toda comprensión, como olvidar los sueños compartidos que se han postulado para ser realidades duraderas, la vanidad del olvido no alcanza para tocar lo que no ha existido

Algún día tu camino y el mío se cruzarán, se enlazarán tan fuerte que ni la muerte podrá separarlos, la raíces serán tan profundas que llegarán hasta el mismo infierno, un infierno que tú y yo conocemos, que ha sido nuestro y de nadie más. La realidad será tan luminosa que disipará las tinieblas del desprecio y el egoísmo, cuando tu tiempo y el mío llegue, todo aquello por lo que hemos llorado tendrá su recompensa, cuando tu mano se entrelace con la mía, ni siquiera Dios y su desprecio podrán separarnos.

domingo, 4 de diciembre de 2011

Ausencias

De todas las ausencias que he padecido en esta vida, la tuya es la más dolorosa, porque hay ausencias que el tiempo borra, que cura, que limpia, y sin embargo la tuya duele por triplicado, y no hay modo de borrarla o sanarla, es perenne por los siglos que pueda recordar.
Duele al momento de tu nacimiento, porque pensé que la ley de vida sería justa con nosotros y yo partiría antes que tú, porque verte crecer fué y es una memoria que el dolor nunca me podrá arrebatar. Duele cuando se supo que tu vida estaba en manos de un Dios apático y carente de humanidad, que por mucho implorarle hace oídos sordos a peticiones desesperadas, y no bastaron todos los rezos ni todas las veladoras para erradicar el mal que te poseía, la suerte estaba echada y no había manera de sobornarla para que nos regalara un As.
Duele aún más al momento de tu partida, porque en esos momentos nada es comprensible, todo se ralentiza, el mundo estalla en su totalidad, se resquebrajan muchas vidas al terminar la tuya, el odio instaura su régimen de dolor en el corazón sin permitirle siquiera bombear su pena, el llanto anega el alma y esta se ahoga en los porqués, buscando respuestas que nunca llegarán, las suplicas se vuelven reclamos, los sueños se pierden, los recuerdos no materializados pierden su tiempo, porque ya no tendrán ese tiempo natural que les pertenecía, porque el orden de las cosas se altera, porque ya no habrá una vida que contar, que compartir, que vivir, porque tu vida ha terminado, y con ella parte de la mía también ha muerto.
Ahora la única esperanza que sobrevive consiste en  encaminar mis pasos hacia tu encuentro, en ese tiempo sin tiempo, en ese lugar que no le pertenece a nadie pero que es del dominio público, en ese espacio en el que nadie ha estado y que sin embargo esperamos que estén todos, y es entonces cuando podré escuchar de nuevo tu sonrisa, y construir nuevos recuerdos, en ese lugar lejano al dolor, lejos de la tristeza, ahí donde las memorias no duelen, ahí donde eres libre, ahí donde esperas.


lunes, 14 de noviembre de 2011

Mi amiga onírica

Mi amiga onírica se pasea entre velos de fantasía y nubes de deseo,se esconde tras diferentes máscaras de desvelo, ella tiene todos los rostros y todas las voces, pero no es ninguna de ellas y no está conmigo.

Ella guarda todas mis llaves y posee todos mis secretos, ella cierra todas mis puertas y atesora todos mis silencios, ella me ama sin contemplaciones ni miramientos.

Mi amiga onírica, encerrada en la torre de Morfeo, aquella a la que nunca podré tener esa niña caprichosa y altiva sin nombre, sin rostro, que viene y me embriaga con sus delicias, dejándome vacío y destrozado al marcharse con el alba, mi amante, mi confidente, ¿cuando estaré a tu lado?

jueves, 3 de noviembre de 2011

Leer para escribir, escribir para vivir

Cuando tenía seis años quería ser astronauta, me fascinaba a la vez que intrigaba la idea de viajar al espacio, conocer otros mundos,  apreciar la tierra “desde fuera” me imaginaba descubriendo nuevos planetas como “El Principito” visitando galaxias cercanas, haciendo contacto con verdaderos extraterrestres. Tan solo la idea de poder flotar debido a la anti gravedad me emocionaba, pero cuando vi como el  transbordador Challenger  ardía en una inmensa bola de fuego desistí de mi deseo, era más el miedo a morir achicharrado que mi interés por conocer lo que había en el espacio.

Descubrí una manera más segura de viajar a otros mundos  cuando aprendí a leer, ahora no solo viajaba a través del espacio, sino también viajaba en el tiempo, por supuesto mi primer libro fue “El Principito” y de la mano de este libro vino mi primer miedo proveniente de un libro, tenía miedo que en cualquier momento saliese una boa constrictor que según yo se escondía debajo de mi cama y me devorara a mí y a mi familia, y me asustaba que los elefantes se extinguieran debido a una sobrepoblación de boas, por supuesto soñaba con encontrar mi propio planeta.
Tiempo después descubrí las “Narraciones Extraordinarias” de Edgar Allan Poe, a mis 8 años descubrí el terror de la mano de “El gato negro”, convirtiéndose por mucho en mi cuento favorito, fui testigo de los brutales asesinatos de la “Rue Morgue”  me invadió la tristeza al presenciar “La caída de la casa de Usher” sin duda alguna había conocido el terror y el misterio.
Se convirtió en mi género favorito, y no es que a mi corta edad hubiese leído mucho, pero los libros de cuentos infantiles no llamaban mi atención, disfrutaba enormemente el libro de lecturas que proporcionaba la SEP a partir del cuarto grado, ahí conocí la enigmática Comala de Juan Rulfo,  disfrute de los cuentos cortos de Juan José Arreola,  y fue en esta etapa donde me apasione por nuestra cultura prehispánica al leer unos fragmentos de las crónicas de Fray Juan de Zumárraga, me sorprendía que el mundo no hubiese sido siempre como lo conocí.

De los pocos libros que tenía en ese entonces tres eran mis favoritos, las mencionadas narraciones de Poe, un libro de cuentos que hablaba acerca las aventuras que tenían los juguetes de un niño mexicano de los años cincuenta del cual no recuerdo ni el titulo ni el autor, y “La Biblia ilustrada por los niños”  era un libro gordo, de pasta dura y pesado que me habían regalado a los 4 años, a esa edad como aun no sabía leer me pasaba viendo las ilustraciones las cuales me parecían maravillosas, llenas de color y vida,  me pasaba horas imaginando historias a partir de estas ilustraciones.
Esta de mas decir que cuando aprendí a leer los disfrute enormemente, al menos los leí tres veces cada uno, esperaba que en algún momento mis juguetes tomaran vida como lo hacían aquellos juguetes del libro que me había heredado mi abuela,  disfrute los pasajes de la vida de Cristo, en especial las bodas de Caná, me parecía que era un mago magnífico al convertir el agua en vino, y por supuesto tuve miedo de todos los gatos negros que encontraba en mi camino.

Aparte de pedir juguetes en las navidades también pedía libros de regalo, mis padres nunca han sido afectos a la lectura, así que muchas veces no sabían qué tipo de libros regalarme, por lo general eran libros educativos, libros para hacer manualidades, del tipo “recorta y pega” pero después de leer a Poe no me satisfacían, entonces empezaron a comprarme libros de aventuras, fomentando en mi un espíritu hambriento de historias que se convertían en leyendas, me envicié con las historias de piratas, los tres mosqueteros me parecían los mejores espadachines que habían pisado la tierra y me leí la serie completa de “Martin Garatuza” a la par que leía las historietas de “Condorito” de “Capulina” y de pilón también de “Chabelo”
Y precisamente “Chabelo” era un personaje que me gustaba por partida triple, ya que aparte de leer sus historietas y ver su programa  de televisión, me gustaba mucho ir a un restaurante de carnitas que llevaba su nombre en la colonia Guerrero, dentro de mi lógica infantil pensaba que él era el dueño de dicho restaurante, ya que por algo llevaba su nombre, y me esperanzaba poder conocerlo en alguna de nuestras visitas. Me encantaba comer ahí por las excelentes carnitas que se servían, pero creo que me gustaba más aún porque en la esquina de la calle donde estaba  había un puesto de periódicos, me quedaba embelesado viendo las publicaciones que ahí exhibían, y con un poco de suerte y buena voluntad de mi padre, podía regresar a casa con alguna de mis historietas favoritas.
Cuando entré en la secundaria me dio por escribir, un poco por experimentar que se sentía hacerlo y que los demás te leyeran y otro tanto como método de conquista, empecé con pequeños poemas llenos de lugar comunes y clichés, había leído a Pablo Neruda y Rosario Castellanos, evitaba toda costa a todos los “clásicos” ya que me parecían sumamente aburridos y tediosos, los poemas poco a poco fueron saliendo de mis gustos, ya que algunos me parecían por demás absurdos y con las rimas muy rebuscadas, pretenciosos hasta cierto punto, pero mi mundo cambio de manera brutal cuanto conocí a la dupla que reivindicaría el concepto que tenía de la poesía para siempre, Jaime Sabines y Mario Benedetti.
Después de leerlos quise escribir aún más, me parecía que su obra estaba cargada de poder, descaro, angustia, cinismo, miedo y esperanza, nada de lo que había leído hasta entonces me había impactado de tal manera, y deseaba con todas mis fuerzas poder escribir si no tan bien como ellos, por lo menos con ciertas aproximaciones.

A la par que descubría a este par sin igual, llegó a mi vida H.P. Lovecraft, con todo su séquito de lugartenientes como Robert Bloch, Ambrose Bierce, August Derleth, J. Ramsey  Campbell, Lord Dunsany y Algernon Blackwood, siempre siendo mi favorito el maestro Lovecraft, si antes había conocido el terror con Poe, ahora conocería la demencia con todos estos artífices de las más escalofriantes pesadillas, por aquellos años estaba estudiando la preparatoria y gracias a un programa de Radio Universidad llamado “La noche de los tiempos” pude tener acceso a estos autores, el siguiente paso fue escribir pequeñas historias de terror que de nueva cuenta caían en lo ya muchas veces escrito, me frustraba no poder crear todo una mitología tan extensa y aterradora como los “Mitos de Cthulhu”

Pero el pensamiento siempre busca maneras de estar en constante evolución, y mi mente ciertamente necesitaba un cambio, la revolución llego de la mano de Nietzsche, una vez más me sorprendí por las letras que habían destilado la pluma del alemán, me preguntaba por cuantas cosas había tenido que pasar para llegar a esas conclusiones tan avasallantes, ¿Cuáles serían los sucesos que lo habían cambiado de manera tan profunda para después poder construir toda una filosofía en base a esa revolución que había vivido? Los poetas malditos como Baudelere y Rimbaud hicieron acto de presencia mostrándome como habían plasmado sus excesos en sus letras, los envidie si, por tener esa manera tan franca y a la vez tan enigmática de escribir

Al momento de decidir una vocación en la vida me incliné por el teatro, aunque paradójicamente no me gustaba leer teatro clásico, disfrutaba enormemente leyendo los libretos que pudiese tener a mi alcance, si he de ser franco al día de hoy no disfruto tanto leerlos como disfruto leyendo una novela, siento que en los libretos la imaginación está encadenada, reprimida y no puede volar con absoluta y plena libertad, representarlos es en cierta medida devolverle un poquito de esa libertad que se pierde al leerlos.
Y representando estos libretos es cuando pude ejercitar un poco la imaginación, conocí toda una pléyade de autores que de no ser por mis compañeros de teatro tal vez jamás hubiese llegado a conocer, nos concentrábamos mucho en leer autores mexicanos,  referentes  inmediatos eran Mariano Azuela, Emilio Carballido, Victor Hugo Rascón Banda y muchos otros José Emilio Pacheco se volvió uno de mis imprescindibles, y en alguna ocasión montamos alguna obra de Gabriel Pingarrón.

Una vez más la frustración me hacía su presa, por más que me esforzaba no lograba concretar una historia que fuese la columna vertebral de un libro, y por mucho que me esforzara la mal llamada poesía que escribía no satisfacía mis expectativas, al ver mi franca derrota decidí dejar de escribir, me concentré en representar lo mejor posible los papeles que llegaron a mis manos, y me dedique a disfrutar esta nueva etapa que iniciaba con plena conciencia que difícilmente podría vivir de ella.
Dedique entonces mis esfuerzos a leer, principalmente novelas, estando recién casado descubrí que mis suegros poseían una pequeña biblioteca con aproximadamente 3000 libros, y me decidí a tratar de leer todo cuanto pudiera, fue entonces cuando me acerque a la ciencia ficción de la mano de Ray Bradbury e Isaac Asimov, jamás intenté escribir algo en esta línea, ya que si no podía concretar una historia contemporánea, mucho menos una con tintes futuristas, simplemente me dedique a disfrutar de estos autores.

Como es lógico tenían libros de casi todos los temas que puede permitir una biblioteca familiar, desde libros de albañilería o jardinería, hasta libros acerca de metafísica y religión, deje a un lado los libros técnicos ya que jamás llamaron mi atención y durante un tiempo me dedique a leer libros teológicos, cambiando muchos de los conceptos que mi familia me había formado acerca de este tema,  pude darme el lujo de estudiar distintas religiones, conocer distintos profetas, creencias y culturas, dar un vistazo por diversas corrientes psicológicas; en una tarde podía convivir con los aguerridos samuráis, para después en un instante recluirme en un templo Shaolin, haciendo una breve escala estudiando aperturas y ataques de ajedrez.
Una de las cosas que lamento de mi divorcio es no poder tener acceso a esta pequeña biblioteca, sigo llevando una buena relación con mis ahora ex suegros, y cada que los visito es inevitable para mi desear un espacio como el que han construido ellos, rodeados de libros, encontrando un poco de paz y aislándose del caos exterior.

Nunca se sabe para quién se escribe, mucho menos lo que se le va a escribir, la mayoría de las veces creemos que escribimos para los demás, pero yo creo que siempre escribimos para nosotros mismos,  puede ser una carta de amor, una carta de despedida, un recordatorio de nuestras citas, una dirección que no conocemos, etc.  A veces sin darnos cuenta escribimos una declaratoria de guerra disfrazada con las mejores intenciones, si con el alcohol nuestro espíritu se desinhibe,  con las letras que nos arriesgamos a escribir emerge nuestro verdadero sentir, ese que pocas veces mostramos a los demás, por miedo a ser juzgados, porque seamos francos ¿a quién le gusta mostrarse tal y  como es?
De todo lo que escribí en mi adolescencia  ya no quedaban ni siquiera las cenizas, me parecía que no valía la pena conservarlo, tampoco es que hubiese mucho material para quemar, apenas un par de relatos cortos y una veintena de poemas,  insuficiente para quitarle el frío a algún vagabundo. Nunca había tenido la disciplina ni de fecharlos ni de llevar un orden, siempre había tenido la intensión de llenar todo un cuaderno de puro poema, pero no había logrado ni siquiera completar una cuarta parte, esa fue la primera vez que había decidido deshacerme de lo que había escrito.

Las personas que verdaderamente nos marcan a lo largo de nuestra vida pueden impulsarnos a escribir, a escribirles, tal fue el caso de la novia que tuve después de estrenar ex esposa, la soledad nos hace ver amor donde no lo hay, pero aun este engaño nos sirve para hacer algo productivo.
Por primera vez en mucho tiempo escribía de nuevo, le escribía el amor que creía tenerle, la felicidad que me provocaba el estar junto a ella, y los sueños en los que la hacía partícipe, escribía para convencerme de que esto valía la pena, de que podía ser duradero.
Tiempo después cuando las cosas empezaron a torcerse le escribía la desesperación que sentía al ver como nuestro barco se hundía, como nuestros sueños de una vida juntos se desvanecían y como me cansaba de tratar de remediar lo irremediable, todo tiene su fin y un fin, y lo nuestro termino 3 años y 15 poemas después. En esta ocasión y  sin quererlo perdí por segunda ocasión todo lo que había escrito, un virus en mi computadora se encargo de borrar cualquier rastro de esos escritos, y ella por supuesto no querría darme una copia por temor a que los reciclase en otra relación, los seres humanos sin duda tenemos un sentido de pertenencia muy retorcido, porque esos escritos ya no eran ni de ella ni míos, sino del tiempo y del recuerdo.

Aunque a veces pasaba meses sin escribir aun estando con ella, había decidido ya no abandonarlo,  había descubierto que era para mí una especie de catarsis, una manera de entender lo que sentía, lo que me afectaba y lo que me dolía, poco importaba si alguien más lo leía, mucho menos si les gustaba, mientras me gustara a mi era más que suficiente, mientras me sirviera a mi me daba por bien servido.

No solo hay hermanos de sangre, sino también hermanos por elección, mi hermana empezó siendo primero mi primer jefa en un despacho contable en el que trabajábamos mucho y nos pagaban poco, ella con 10 años más que yo traía todo un bagaje cultural que a mí me faltaba por conocer, contadora de profesión llevaba en la sangre los genes de la lectura y escritura muy latentes, afianzamos nuestra amistad después de muchas tardes de risas, cantos y discusiones acerca de libros que cada quien había leído, gracias a ella me acerque a toda una serie de autores que en su momento desconocía, inventamos nuestros propios juegos para matar las tardes fastidiados de revisar balanzas y archivar facturas, en el que uno daba pistas acerca de un autor, (como su nacionalidad o algún fragmento de su obra) y el otro trataba de acertar, el que tuviese más aciertos no ganaba nada en apariencia, pero creo que ganábamos mucho al conocer a un autor que nos era desconocido, al día de hoy seguimos compartiendo autores, tratamos de leer juntos y debatimos los libros, la regla es que uno escoge un libro, y si no logra atraparnos seguimos con la propuesta del otro.
No siempre tenemos afinidad en nuestros gustos, ha habido temporadas en las que alguno de los dos lee en solitario, esto es una democracia y no hay espacio para insurrecciones, siempre me reprocha el hecho de que no me gusten los autores suecos, siendo ella gran fanática de los mismos, mi único argumento es que al leerlos siento que se me congela el cerebro, no logra atraparme cualquiera de estos autores, su lectura se me hace pesada, fría, sin esa calidez que me proporcionan los autores latinoamericanos, ella por su parte no comparte mi gusto por los libros que traten sobre nuestra cultura prehispánica, simplemente no logran atraparla de la manera que a mí me atrapan.

Gracias a ella pude diversificar lo que escribía, ahora no solo me arriesgaba a escribir poesía, sino me atreví a tomar un tema en específico y desarrollarlo, su tenaz insistencia me llevo a abrir un blog en el que puedo escribir de cualquier cosa que se me venga en gana, ha sido mi mejor campo de ensayos y ella mi editora más objetiva, el que sea  mi hermana, sin no borra el hecho de que antes fuera lectora y de las más exigentes.
Ella unos meses antes había abierto su propio blog, al igual que yo escribía de lo que quería, películas, música, sociedad, familia, etc. Esto no significaba que tuviese similitudes con el mío, ya que ambos fuimos desarrollando un estilo particular, y mientras ella escribía de los niños que molestaban a su hija en el kínder, yo reseñaba el concierto de mi grupo de rock favorito.

Muchas veces nos hemos enfrentado al síndrome del “cerebro seco” esto es cuando no se nos ocurre ningún tema para desarrollar, sentimos envidia de esos autores que son tan prolíficos al momento de escribir, y nos preguntamos qué técnica tendrán para siempre estar escribiendo. Llegamos a la conclusión de que para ellos de alguna manera era menos complicado que para nosotros porque se dedicaban a ello al 100% nosotros con hijos y responsabilidades podíamos dedicarle solo unas horas a la semana si teníamos suerte, claro que esto no es una regla general  en todos los escritores, ya que hay algunos como José Saramago se pueden pasar años sin escribir, y como él en alguna ocasión dijo, si no escribía es porque en ese momento no tenía nada que decir, y a veces ciertamente no se tiene nada que escribir, porque siempre es mejor escribir algo con contenido que solo llenar el espacio de una hoja con palabras que no aporten nada

Hemos experimentado también la frustración de que nadie comente en nuestros respectivos blogs, porque al momento de escribir también se ha despertado en nosotros el deseo de que nos lean y nos critiquen, nos alaben, nos repudien, y que con su crítica constructiva o destructiva nos retroalimenten para seguir escribiendo, lo que no esperamos es que nos ignoren, puede ser gratificante tener 5000, 10000, ó 20000 visitas, pero es aun mejor tener un comentario por cada una de ellas. Descubrimos que empezamos por escribirnos a nosotros mismos, esperando que los demás nos lean, y provocar en los demás algún sentimiento, una reflexión, una sonrisa, quizás evocar algún recuerdo que creían olvidado,  tal vez causar polémica al tener un punto de vista distinto a ellos, yo creo que las letras que no te provocan algo es porque simplemente no tienen alma.

A mí en lo personal escribir en el blog me ha servido como una terapia, una catarsis para sacar aquello que duele y lastima, aquello que no se puede decir en voz alta, o para por fin decir lo que nunca se dijo a esa persona a la cual ya no podemos tener de frente, ahí están reflejados muchos sentimientos que la gente que me conoce ni siquiera se imaginaba que tenía.

Por lo general lo que escribo en el blog rara vez pasa  por mis mas aguerridas editoras, sin embargo para escritos más elementales y de mayor peso recurro a sus opiniones,  ahora no solo mi hermana me corrige el estilo, sino Laura, una amiga incondicional que está al otro lado del océano Atlántico, logrando lo que muchos de nosotros no podemos, o no pudimos en su momento: tener un matrimonio feliz y pleno.
Ella hace comentarios acerca de mis faltas de ortografía, al estar casada con un escritor sabe identificar cuando en la escritura no está yendo hacia ningún lado, mérito aparte el que también sea una voraz lectora, ella y me hermana me ofrecen dos puntos de vista tan lejanos como próximos, y en más de una ocasión me han ayudado a corregir el rumbo.

He aprendido que puede decirse mucho con poco, la regla que me he impuesto para escribir es plasmar algo que salga del corazón y que preferentemente aporte algo a los demás, nuestra primer prioridad debemos ser nosotros mismos, en la medida en que nos guste y satisfaga lo que escribimos puede tocar fibras sensibles en los demás, por supuesto se le debe de dedicar su tiempo y espacio, y tener claro lo que se va a escribir,  si nos presionamos en tratar de escribir algo que nos sentimos al final acabaremos por no decir nada.
No sé durante cuánto tiempo más siga escribiendo, se que en algún momento me gustaría vivir de lo que escribo, tal vez me pase años sin escribir por no tener nada que decir, o quizás necesite decir tanto que iniciaré por escribir todos los días, pero lo que si se con claridad es que es una de mis mejores medicinas, y junto con la lectura, puedo fugarme a lugares en donde el dolor no me puede tocar.

martes, 18 de octubre de 2011

De ateos y católicos.

Mis papás pretendían educarme bajo el esquema de la religión católica, al menos esa era su intención al bautizarme a los tres meses de nacido, pero un buen día decidieron separarse y mi padre se olvidó totalmente de dicha educación, mi mamá continuó inculcándome la religión, o digamos que solo cumplió con las normas establecidas, como hacer mi presentación y después mi primera comunión, ya que jamás se interesó por hablarme  de lo que era o representaba Dios en nuestras vidas.

De niño se me inculco un concepto de Dios teniendo como base una trinidad que, al día de hoy, no acabo de comprender, y muchos menos aceptaba el hecho de que un hombre podía ser un Dios. Me pareció pavorosa la manera en la que lo representaban en las iglesias, cubierto de sangre, humillado y moribundo. Muchas fueron las noches en que tuve pesadillas, evocando dicha imagen. De niño me daba miedo entrar a una iglesia y cuando lo hacía, acompañado de mi madre evitaba mirar al hombre crucificado en lo alto de la misma, pensaba en el dolor que le causaban esos clavos, en los azotes que recibió, la manera en la que todo el mundo le dio la espalda, y lo único que provocaba en mí era lástima y pena, no entendía que siendo un Dios no hiciera nada por evitarse todo ese sufrimiento.

Tampoco me tragaba el hecho de que con la muerte de un hombre la humanidad quedaría  libre de sus pecados, si esto era cierto, entonces, ¿por qué la religión nos seguía amedrentando con el concepto de los 7 pecados capitales? Mucho menos entendía porque su padre había permitido que muriera de esa forma, y me parecía injusto que un solo pueblo haya sido el elegido por él como su estandarte.
Al morir mi abuela, cuando yo tenía 15 años, decidí que no necesitaba de la religión y que formaría mi propio concepto de Dios. Empecé leyendo acerca de otras religiones y caí en la cuenta de que era católico más por una circunstancia geográfica que por un sentido de fe, porque de ser asiático seguramente sería budista. Aunque me sabía todas las oraciones y podía rezar un rosario completo lo hacía de manera mecánica y sin ningún tipo de sentimiento. Tenía muy arraigado el concepto de culpa y pecado, y sentía que cualquier cosa que hiciera “mal” me llevaría directamente a arder eternamente en el infierno.  Empecé a entender que muchas de las religiones que existen hoy en día basan su dogma en el miedo y la sumisión, se contradicen en sus preceptos y buscan la manera de tener sometidos a sus feligreses, sacándoles el mayor provecho y enriqueciéndose a sus costillas.

Precisamente a los 15 años les comunique a mis padres la idea de ser agnóstico, les plantee mis dudas acerca de la religión y les comuniqué mi falta de interés hacia la misma. La primera en saberlo fue mi madre, poniendo el grito en el cielo como era de esperarse; cuestionó mi falta de fe y quiso saber cuál
de mis amistades me había metido esas “ideas raras” en la cabeza. Recuerdo que en esa época mi madre buscó consuelo en la religión por la muerte de mi abuela, había entablado amistad con una religiosa de la Orden de las Franciscanas y la visitábamos con regularidad. El voto de reclusión que tenían me parecía terrible, y pensaba que no tener contacto con el mundo era una medida un tanto medieval.  Conversábamos con ella a través de unos barrotes, mientras yo pensaba que no sólo había cárceles para criminales, sino también para personas que no tenían la fuerza suficiente para enfrentarse a la vida y que veían en la religión una manera de tener resueltas sus necesidades primarias. Al final, las respuestas que buscaba mi madre nunca  llegarían, al menos no por parte de la religión, a su manera encontró la paz que buscaba reencontrándose con mi abuela en sueños. Por supuesto, siguió cuestionando mi recién estrenada condición agnóstica, incitándome a tener un acercamiento a la religión y reprochándome el hecho de darle la espalda según sus palabras.

Mi padre hacía 10 años que se había vuelto a casar y su ahora esposa era una católica en toda regla, asistían a misa cada domingo. Ella había conseguido despertar en mi padre la misma devoción que ella le profesaba a Dios, o al menos eso le hacía creer, fuese fingido o bien por una devoción verdadera,  mi padre era ahora un “buen” católico. Yo llevaba una buena relación con ella, ya que la había conocido cuando yo contaba con 5 años. Un día, después de comer, me invitaron a ir a misa con ellos, al negarme cuestionaron de manera por demás alarmante mi decisión, yo abiertamente les hable de mis nuevas creencias y de mi concepto acerca de Dios, fue entonces cuando mi madrastra me dio toda una cátedra acerca de la religión católica que más que despertarme una duda sana por acercarme a ella, reavivaron los temores que de niño sentía al hablarme acerca del infierno, de tener temor de Dios y de vivir una vida de sumisión y arrepentimiento, por mi culpa, por mi culpa, por mi grande culpa de hablarles abiertamente de mi sentir me fue como me fue esa tarde.

Me casé a los 21 años, por supuesto también por la iglesia, ya que era un trámite que requería la familia de mi ahora ex esposa para poder vivir juntos, y así lo vi yo, como un trámite. Mi compromiso estaba a otro nivel, en otro plano, no necesitaba de la bendición de un Dios sangrante para comprometerme a vivir mi vida entera con la mujer que había elegido, pero la familia de ella sí lo necesitaba, y por supuesto se les dio gusto. Mis papás no estuvieron de acuerdo y trataron de disuadirme por todos los medios posibles, yo les explique que sólo queríamos vivir juntos, pero que su familia no aceptaba, sólo si había casorio de por medio. Al ver que definitivamente no habría manera de convencerme de no casarme, aceptaron con reticencia a ser partícipes, tal vez querían evitar que la historia que vivieron ellos con su matrimonio se repitiera en el mío, pero eso en definitiva no estaba en sus manos, únicamente en las de los flamantes recién casados.

Por extraño que parezca, mis suegros no profesaban religión alguna. Mi suegro era un libre pensador que había estudiado en su juventud con los Jesuitas, le habían enseñado un poco de teología y sabía recitar la misa en latín, así mismo en su condición de acólito había participado en todos los ritos habidos y por haber que contiene la iglesia católica; aunado a esto, en su juventud empezó a investigar acerca de otras religiones y había llegado a la conclusión de que ninguna religión o dogma posee la verdad absoluta, creía también en el pensamiento mágico y hasta había leído algo de ocultismo.
Mi suegra tenía una línea un poco más conservadora y, aunque no era una ferviente católica como mi madrastra, se daba su tiempo para conversar con Dios y en ocasiones excepcionales asistía a misa. Mi ex esposa, al igual que yo, no tenía muy arraigada la religión, sin embargo sí tenía muy definida su creencia en el Dios católico y, al menos en apariencia, trataba de no sobrepasar sus límites.

No representaba un problema entre nosotros el hecho de que yo fuese agnóstico. Por supuesto, nunca íbamos a misa, ni siquiera en ocasiones excepcionales, como bodas o bautizos, vivíamos respetando las creencias y no creencias de cada uno, pero cuando nacieron nuestros hijos la cosa cambió, y esa delgada línea que armonizaba una parte de nuestra vida marital se rompió.
Muy a mi pesar acepte bautizar a nuestros dos hijos, más por presión de los abuelos y de mi ex que por un pleno convencimiento de mi parte. Mi ex esposa creía que era un requisito indispensable para que no fuesen delincuentes y tuviesen una vida plena, la idea me pareció por demás absurda.  Yo quería que cuando crecieran, ellos mismos decidieran al Dios que iban a seguir, que se sintieran convencidos de su fe, si es que ésta se manifestaba en algún punto de sus vidas Todos mis argumentos fueron desechados, no sólo me enfrentaba a mi ex, sino también a sus abuelos y, aunque mi suegro no era creyente, sí creía necesario tener un compromiso de “padrinazgo”. De esta manera, aceptó ser el padrino de nuestro primer hijo, y vaya que se tomó el compromiso en serio, ya que en los momentos más difíciles que le tocó vivir a mi hijo, él estuvo a su lado, en ausencia de sus padres.

Intuía que mi ex esposa algún día me reclamaría el hecho de que nuestra boda haya sido para mí un “trámite” y que, como mis padres, no aceptara mi condición de “no dogma”. Cuando llegó ese día, inmediatamente me di cuenta que nuestro matrimonio se estaba yendo al carajo. Le expliqué que mi compromiso estaba en otro nivel y que lo que nos mantenía unidos era otro tipo de cosas, pero no quiso o no supo escuchar, tal vez sólo era uno de sus pretextos para terminar un matrimonio en el que ya no estaba a gusto. Finalmente, la historia de mis padres se repetiría en nosotros, no sólo por mi falta de fe en una religión, sino por nuestra falta de fe en nosotros como matrimonio porque nos casamos por las razones equivocadas, bajo las creencias equivocadas, con las personas equivocadas.

La vida siempre pone a prueba nuestra fe, y tarde o temprano nos orilla a tratar de creer en algo. Algunas personas ponen toda su devoción y esperanza en Dios en los momentos más difíciles, y es cuando surge en ellos esa fe para afrontar las más duras pruebas; se encomiendan al santo de su devoción para que les ilumine el camino, para hallar respuestas, soluciones, para no desfallecer.
La prueba que me tocaría llegaría de la mano de la persona que más amaba: mi hijo. Al caer enfermo saque del baúl de mi memoria todos los rezos que sabía, intente tener fe en el Dios que por años había despreciado, suplique, prometí, jure sin tener respuesta alguna.
Al no haber respuesta de su parte, intenté hablar con su contraparte. Necesitaba aferrarme a algo, necesitaba que alguien me diera esperanzas, algo que me dijera que todo estaría bien, es por eso que invoque también a la oscuridad, pero al igual que con la luz, no hubo respuesta alguna.

Una vez que sucedió la inminente muerte de mi hijo, al igual que mi madre -debo decirlo- busqué respuestas en las principales religiones. Me quedaba claro que las distintas ramificaciones derivadas de ellas no tendrían la suficiente fuerza y sabiduría para darme consuelo. Si antes necesitaba un apoyo para preservar su vida, ahora necesitaba de ese mismo apoyo para conservar la mía. Algún Dios tendría la respuesta que estaba buscando, alguna entidad espiritual tal vez ahora sí me respondería.
Al no haber respuesta nuevamente, cambié mi condición de agnóstico por un ateísmo encarnizado y decidí no creer en nada ni en nadie espiritualmente hablando. Si ellos, quienes fueran, nos dejaban a nuestra suerte, yo no tenía ningún compromiso de creer en ellos, a palabras necias oídos sordos, y a rezos sin respuesta solo quedaba la indiferencia, acompañada de dolor y resentimiento sí, pero al menos me liberaba del peso de tratar de entender lo que no tenía lógica. Una vez libre de ataduras espirituales pude tener una posición fija hacia fuerzas superiores, Dioses o demonios, me daban lo mismo, eran insignificantes para mí, tanto como yo lo era para ellos.

Por primera vez en mi vida tenía clara y definida una creencia que era solo mía y que no estaba obligado a compartir con nadie, porque nadie entendería el camino que me condujo hasta ese punto. La creencia en la nada. Es por eso que la intolerancia hacia cualquier culto religioso se instaló en mí. Debo confesar con cierta vergüenza pero con vulgar orgullo que me divertía recibir a Testigos de Jehová, Mormones y demás “portadores de la palabra del Señor” en mi casa, únicamente para debatir con ellos y sacarlos de sus casillas, los hacía caer en contradicciones, los intimidaba y ofendía a su Dios y ellos, llenos de odio, me gritaban que debido a mis blasfemias ardería en el fuego eterno, pero yo me reía de sus amenazas, porque no me cabía la menor duda que ya había pasado por ese infierno, ya nada podía ser peor que ver morir a mi hijo.

Con el tiempo esta creencia en la nada se ha ido reafirmando, no así la intolerancia, porque entendí que, así como yo, cada quien tiene derecho de creer o no creer en algo. Por momentos me parece admirable lo que la gente hace movida por la fe, ya sea en un Dios o en algún santo o deidad que se les haya inculcado, y debo decir que en momentos críticos de mi vida me hubiese gustado sentir un poco de esa fe. Hay momentos que he considerado esta fe como un placebo para el alma, y creo desde mi perspectiva que esta fe ha sido utilizada para tener sometidas a las masas. No me cabe duda que los jerarcas de las principales religiones escriben y borran los mandatos que un ser superior supuestamente les ha dictado, sólo para conservar el poder que han conseguido a base de miedo, culpa, expiación y terror.
He visto con tristeza como la gente más desprotegida o culturalmente más débil se vuelca en verdadero frenesí a admirar las reliquias de un muerto. Me parece absurdo el hecho de rendirle veneración a una gota de sangre y a una figura de cera, y con tristeza veo que es una estrategia más de los jerarcas actuales para no perder poder, para seguir manteniendo a las masas dominadas, les dan al por mayor placebos religiosos, les dan nuevas imágenes que adorar para tener fe, para aferrarse a algo, para creer en algo.

Aún más aterrador me resulta el pensamiento retrograda de estas instituciones. Me parece absurdo que piensen que tienen la facultad para decidir en algo tan primordial como la vida misma, decidiendo en qué momento inicia la concepción de un nuevo ser, llaman asesinos a todos aquellos que practican el aborto cuando se olvidan de su reinado de terror llamado Inquisición; se olvidan que ellos son los mayores asesinos en masa debido a esta etapa en su historia, tratan de impedir a toda costa esta medida olvidándose que no toda la población es católica, peor aún, pasan por alto el hecho de que cada quien es libre de decidir en su cuerpo, ya sea para bien o para mal, pasando por alto aquellos casos en que la mujer es violada y no desea tener al hijo del hombre que le destruyo la vida, que le arrebato la tranquilidad, que la marco física y psicológicamente por el resto de sus vidas.
Absurda me parece la manera en que se meten en las decisiones de un gobierno que en teoría debería de ser laico. Dan por hecho que son el cuarto poder y tristemente es así, por culpa del gobierno por supuesto, pero también por culpa nuestra al no levantar la voz, al no decir nuestras inconformidades y al pasar por alto incontables crímenes cometidos en nombre de la fe, en aras de un Dios que nada tiene que ver en ello. Todos tenemos cola que nos pisen decía mi abuela, y ellos se han olvidado de los incontables casos de pederastia, no solo en este país sino en el mundo entero, y eso solo por hablar de esta marca que lleva la iglesia católica, sin tener en cuenta los sonados casos de cardenales y obispos vinculados con el narcotráfico y el enriquecimiento absurdo que han tenido a costa de sus feligreses, no solo la iglesia católica, sino todas las ramificaciones de las distintas religiones que existen hoy en día.

Nietzsche decía que las religiones son el opio del pueblo, planteaba la idea de que Dios había muerto y que solamente a partir de este entendimiento podría surgir el súper hombre. Yo he decido dejar de tener placebos espirituales y no creer en algo que no puedo comprobar científicamente, dejar de invocar deidades que no han escuchado mis llamados porque simplemente no están donde se suponen deben de estar. He entendido que debo de creer en mí, porque no hay Dios, demonio, virgen, santo o beato que viva la vida por mí, esa la debo de vivir yo solo según mis creencias y convicciones, y no con creencias y convicciones mal heredadas o impuestas por los demás, y así como doy tolerancia y respeto hacia cualquier culto o creencia, pido tolerancia y respeto hacia las creencias y cultos de todos los demás, porque nadie tiene la verdad absoluta, esa es la que nos vamos construyendo día a día.

martes, 11 de octubre de 2011

Crónica de las ausencias no deseadas.

Fui padre a los 24 años, y en muchos sentidos no estaba preparado para afrontar tal responsabilidad, pero se dice que jamás se está listo para ser padre, y esta no era la excepción. Kristian nació a las 9:00 pm del 28 de abril del 2003, y en ese momento fue el niño más hermoso que yo jamás haya visto, rebelde desde el nacimiento se quitaba las pequeñas batas azules que le ponían las enfermeras, hacía verdaderos actos de contorsionismo en un acto reflejo por sacarse esa bata que le era tan incómoda, extrañando me imagino el vientre de su madre, fue el niño más visitado del hospital, ya que la abuela al trabajar de ahí se sentía orgullosa de gritar a los 4 vientos que ese bebé tan güero y despierto era su nieto.

El 29 de diciembre del 2004 a las 10:00 am nacería el segundo y último bebé más hermoso que haya conocido, André, hermano menor de Kristian. Nació con un precioso tono avellanado en su piel, contrario a Kris que era blanco como la leche. André era un bebé más hiperactivo, demandante por momentos y contrastaba con la paz que irradiaba Krstian a sus escasos casi dos años, era en muchos sentidos la contraparte de él, me gustaba verlos como un perfecto Ying y Yang, siempre en perfecto equilibrio y siempre en movimiento y retroalimentación constante.
La vida de ambos aunque igual en muchos sentidos, poco a poco se fue dividiendo, y también la mía, porque si no se está preparado para ser padre, mucho menos se está preparado para ser un padre de fines de semana, es así que aunque nuestras vidas seguían unidas, al mismo tiempo se vieron separadas por el egoísmo e inmadurez que terminaron con el matrimonio de su madre y del que este escribe, de repente y sin previo aviso nuestros momentos juntos se convirtieron en pequeños destellos de 8 ó 10 horas en los cuales cada segundo era vital, nos convertimos en una familia de tres, nuestro universo se redujo a tres entidades tan indivisibles en esos momentos como el cosmos mismo. Aprendimos a divertirnos sin la necesidad de una madre, y aunque la gente nos veía de manera extraña jamás me incomodó el hecho de que nos observaran con cierta lástima derivada de esa ausencia de la imagen femenina, en más de una ocasión me preguntaron si era un moderno "papá soltero" a lo cual contestaba divertido que si, y esa lástima que irradiaban las miradas de la gente como por arte de magia se convertía en ternura desmedida al ver lo bien que funcionaba nuestra "pequeña familia"

El dolor por esta "separación" hizo mella en su servidor, me perdí de muchas cosas que me hubiese gustado disfrutar en su momento, incluso fue mas grande el dolor de no ver a mis hijos todos los días que el dolor por mi fracaso matrimonial, porque parejas puede haber muchas, pero me quedaba claro que hijos tendría solamente dos, me reprochaba el hecho de no haber podido salvar un matrimonio insalvable solo para poder estar con ellos, y entendí que para no dejar de ser su papá la constancia era la clave, verlos todo el tiempo posible sin faltar ni una sola vez a nuestra preciada cita, les llenaría la infancia de recuerdos felices para poder solventar mi ausencia semanal.

Pero la vida tiene distintas maneras de separarnos de las personas que amamos, y es así como el 8 de agosto del 2005 quedaría marcada como una de las peores fechas de mi existencia, ese día alrededor de las 4:00 pm diagnosticaron a Kristian con leucemia linfoblástica aguda con factor mieloide aberrante, y si ya era terrorífica la palabra leucemia, no sabíamos cuán pavorosas serían las palabras que completaban su diagnóstico, ya que era un tipo de leucemia difícil de tratar y agresiva por distintos factores.
4 Paquetes de sangre y 1 más de plaquetas fueron necesarios para estabilizar a Kristian, había llegado con una anemia alarmante debido a las hemorragias que había tenido horas antes, sin embargo lo más doloroso y frustrante era ver el miedo en su mirada, miedo a lo desconocido, miedo a los doctores que manipulaban y agredían su cuerpo de apenas 2 años y 4 meses, miedo a quedarse solo aunque fuese solo por un segundo en esa cama de hospital.

No puedo describir el dolor y el terror que sentíamos al verlo en esa situación, tanto sus padres como su abuelos hubiésemos dado lo que fuese por cambiar su lugar, por ser nosotros los enfermos, hubiese sido más aceptable y menos doloroso para cualquiera de nosotros estar en esa posición, los cuestionamientos no se hicieron esperar ¿porque a él? ¿Qué ha hecho para merecer esto? ¿Que hicimos mal para provocar su mal? las súplicas por supuesto hicieron acto de presencia, cada quien invocó a esa deidad en la que tenía fe para solicitar el tan ansiado milagro, hicimos promesas, comerciamos nuestra fe y nuestras lágrimas por un instante de atención divina.

Los meses fueron pasando, Kristian entró en un protocolo de tratamiento el cual incluía por supuesto quimioterapia, al menos dos de esos primeros meses se la pasó hospitalizado, una vez controlada la enfermedad pudo ir a casa, con la consecuente medicación diaria y visitas semanales para dar continuidad a la quimioterapia, aprendimos a vivir con la enfermedad, y él nos enseñó a ser valientes y afrontarla de frente, sin miedo y con coraje. Las visitas al laboratorio estaban llenas de incertidumbre, ya que había la posibilidad de que la enfermedad se reactivase, al ver que los resultados arrojaban una remisión de la leucemia era como si tuviésemos en nuestras manos el documento que proclamaba la paz mundial, al menos a nosotros nos daba paz y hacía crecer nuestra esperanza, confiábamos en que podríamos lograrlo.

Mientras tanto André crecía en un ambiente invadido por el miedo, conforme fue creciendo se dio cuenta que a su hermano se le dispensaba un trato especial, y lejos de encelarse o reclamar más atención, participaba a su manera en ese trato a Kris, como buenos hermanos jugaban y se procuraban el uno al otro, por supuesto también discutían y a los 5 minutos olvidaban sus diferencias, en la medida de lo posible tratábamos de no desatenderlo, no sabíamos que a él también lo marcaría de manera especial la enfermedad de su hermano.
A mí la culpa me atacaba por momentos, ya que no podía estar en cada terapia de Kristian por cuestiones laborales, me reprochaba a mí mismo el no estar en cada piquete, el no estar con el velando su sueño, me recriminaba el no quedarme todas las noches en las que estaba hospitalizado, durante este proceso me dolió aún más ser un padre de "fines de semana"

Y de repente ese núcleo perfecto de tres se rompió al no poder convivir como antes lo hacíamos, cuando Kristian estaba hospitalizado estaba el fin de semana con él, haciendo relevo con su mamá la noche del sábado, la cual aprovechaba para dormir junto a mi André, el domingo de nueva cuenta lo pasaba con Kris, y fue en esta época cuando los abuelos maternos de Kris se convirtieron en unos padres para él, ya que se encargaban de llevarlo a sus terapias en el hospital, se ocupaban de las visitas al laboratorio, cuidaban su alimentación y mediación, organizaban los roles de visita y guardias nocturnas haciéndose cargo de las mismas entre semana y lo consolaban en sus dolencias físicas.

Un día la vida decidió tendernos una trampa disfrazada de esperanza, Kristian había terminado con su protocolo después de casi dos años de tratamiento, los análisis eran esperanzadores, ya que había una remisión total de la enfermedad, esto significaba que en su sangre no había células cancerígenas, por lo cual los médicos decidieron retirarle la medicación, las visitas al laboratorio seguían siendo obligadas para monitorear su estado de salud, en resumen la posibilidad de que se curase empezaba a tomar forma, él era el más feliz con esta noticia, ya no habrían más agresiones a su cuerpo, se acabarían los largos periodos de hospitalización, y con el tiempo, podría llegar a ser un niño viviendo una vida normal.

En momentos de extrema felicidad uno se imagina muchas cosas, lo mismo pasa con aquellos momentos que nos ponen en situaciones extremas, como lo era la enfermedad de Kris, cuando lo diagnosticaron había pensado en lo peor, era inevitable, me aterraba tan solo pensarlo, sin embargo era una idea que aunque no quisiera ahí estaba, acechando, por momentos se hacía invisible, pero dejaba en el ambiente su peste, esa peste a perdida, desolación, tristeza e impotencia, pero este no era el caso, después de dos años lo imaginaba teniendo una vida plena, siendo feliz, recordando con dolor pero con sabiduría este proceso, lo imaginaba jugando incansablemente con su hermano, yendo juntos a la misma escuela, procurando de él en el recreo, lo imaginaba convertido en un hombre, imaginaba al hombre que podría llegar a ser, la esperanza estaba más viva que nunca.

Pero la trampa se reveló solo unos meses después de esta maravillosa noticia, Kristian tuvo su primer recaída en Marzo del 2008, de nuevo el mundo se rompió en pedazos con tan solo unas palabras, la enfermedad había vuelto con más fuerza que antes, el tratamiento por consiguiente sería más agresivo, ahora también la radioterapia entraba en escena, y nuevas palabras llegaban como terroristas a secuestrarnos la paz y tranquilidad quien sabe por cuánto tiempo, palabras como "infiltración" sin olvidar que "recaída" había destruido en unos segundos todo lo que habíamos soñado y construido.
Al mismo tiempo se habrían nuevas posibilidades para tratar su enfermedad, por primera vez se contempló la posibilidad de un trasplante de médula ósea, es como si nos diesen nuevas cartas para jugar, una nueva partida, una nueva ronda, en la anterior creíamos haber ganado el juego, pero nunca entendimos que en este juego no teníamos los ases necesarios para tener una victoria contundente, por que no era nuestro juego, habíamos sido obligados a jugar sin siquiera conocer las reglas, la vida era la única autorizada a hacer trampa, y estaba en juego lo más valioso que creíamos poseer sin saber que ni siquiera era nuestro, la vida de Kris.

Él por su parte hacía las cosas lo mejor que podía, a sus escasos 4 años poseía una sabiduría que sobrepasaba la de todos los que lo amábamos, nos daba verdaderas lecciones de carácter y fuerza al enfrentarse sin miedo a los nuevos tratamientos, lejos de parecer un niño enfermo se veía paradójicamente radiante de salud, su fortaleza física era tanta como su fortaleza de espíritu, por supuesto había temporadas en las que se ausentaba de su escuela por obvias razones, tal vez empezó a tener conciencia de su enfermedad, tal vez solo tenía unos inmensos deseos de vivir, yo pienso que era parte de ambas, él sabía que el vivir con esta enfermedad era algo cotidiano en su vida y lo aceptaba como tal.

Mientras tanto nosotros buscábamos la manera de ganar esta nueva batalla, el trasplante de médula, (aunque aterrador por el proceso que implicaba) por momentos se convirtió en la única esperanza, era jugarse el todo por el todo sin ninguna garantía, ya que significaba la destrucción absoluta de su médula para injertar la médula del donante, sobra decir que este proceso no garantizaba la erradicación total de la enfermedad, y podía morir en el proceso, aun así decidimos hacernos los análisis pertinentes, estábamos quedándonos sin alternativas.
Solo su madre, su hermano o yo podíamos ser donantes, ya que era el ADN con mayores posibilidades de tener compatibilidad con el suyo y así tener un trasplante "exitoso" en caso de que este fuese posible tendíamos que multiplicar los cuidados hacia su persona, ya que hasta el más débil catarro podría matarlo.
El destino siempre está dispuesto a torcer los planes que nos atrevemos a hacer, no hubo la suficiente compatibilidad genética, por lo cual quedábamos descartados como posibles donantes, la alternativa siguiente era seguir con el tratamiento y esperar que en un banco de células madre hubiese un cordón umbilical compatible con sus genes, para que dichas células empezaran a generar una nueva médula ósea, por supuesto sin ninguna garantía de que el proceso resultara exitoso, solo restaba esperar y por qué no, rezar para que el milagro tan esperado por fin hiciese acto de presencia.

Hay un punto en el que el cuerpo se rompe antes que la voluntad, ese momento llegó para Kristian 10 meses después con su segunda recaída, la radiación y la quimioterapia no habían sido suficientes para hacerle frente a la enfermedad, en un intento desesperado lo cambiamos de hospital pensando que tal vez sería mejor la atención, no fue así, en esta ocasión el veredicto fue devastador, estaba desahuciado y solo podían darle quimioterapia paliativa para ayudarlo a "bien morir" palabras literales del director de hematología del Centro Médico Siglo XXI
El carácter de Kristian tuvo un cambio brutal, al menos para mí, recuerdo una noche en la que regresábamos a su casa después de una transfusión de sangre que la habían hecho, era la primera vez en mucho tiempo que solo su mamá, él y yo estábamos a solas en el coche, veía los coches pasar, los rostros de la gente al caminar, el avanzar de la noche en el cielo, era como si grabase cada imagen, cada momento, cada sensación en su cerebro, estaba tranquilo, irradiaba una paz que nosotros no poseíamos, estaba contento de tener a sus padres juntos y sin pelear aunque solo fuese por unos instantes.

Kristian falleció el 13 de abril del 2009 poco después de las 6:00 am de un paro respiratorio en una clínica cercana a su casa, después de tener 4 días de absurdo e injusto sufrimiento, 15 días antes de cumplir 6 años, en alguna ocasión le había dicho a sus abuelos que no quería ser grande para no enfrentarse a los problemas, peleas y preocupaciones de los adultos, había dicho que siempre quería tener 5 años, fiel a su palabra así lo cumplió.

No hay una aceptación total de la perdida, mucho menos resignación, es verdad que una parte de nosotros se muere junto con un ser querido, a mí se me murió la mitad de mi ser, la mitad de mi alma, la mitad de lo mejor que había en mi vida, las culpas afloran como flores en primavera, los reproches buscan destinatarios, las recriminaciones son más hirientes, los odios se engrandecen, es un estado puro de dolor, sin destilación, sin filtro. Al verlo ya preparado en la plancha de la funeraria entendí que mi fe había muerto también, si había un Dios no quería saber nada de él, solo quería que me devolviera aquello que me había arrebatado, solo pude desearle un buen viaje, y guardé la esperanza de volverlo a ver cuando llegara mi fin.
Fueron los peores tres días de mi vida, las condolencias de la gente alimentaban el dolor que en mi crecía "Dios necesitaba de un angelito" "Dios sabe por qué hace las cosas" "Los caminos de Dios son distintos y extraños" Dios Dios Dios, pero no podía esperar menos de él, si había entregado a su hijo, no tenía razón ni motivo para devolverme al mío, solo aquellos que en realidad me querían y conocían no decían nada, y me confortaban con su abrazo y su presencia.

André me salvo la vida, de no ser por él, al día de hoy no estaría aquí, él entre todos fue el que mejor entendió la muerte de su hermano, asimiló que era un hecho irrevocable y contundente, comprendió que jamás volvería a jugar con él y que no crecería a su lado, con dolor sí, pero con la brutal lógica que ya poseía a sus 4 años, esa lógica que al crecer poco a poco vamos perdiendo

Nuestro perfecto universo se redujo a dos unidades indivisibles, más unidas que nunca y arropadas con el recuerdo de Kris, porque también es muy cierto que los muertos se van cuando se les olvida, y si en algo puedo estar seguro es que llevaré a Kristian hasta el final de mis días. Los primeros meses fue difícil, porque aunque André aceptaba la muerte de su hermano, no entendía la razón de su desenlace, mucho menos aun a tan corta edad, con el tiempo y después de muchas pláticas lo comprendió, temió que en algún momento la enfermedad que nos arrebató a su hermano lo atacara, pero le explique que lo que sucedió con su hermano era un perverso juego de azar que no se repetiría con él. Lo extraña tanto como yo, y conserva la esperanza de verlo de nuevo en otro tiempo, en otro lugar, lejos de la tristeza y el dolor por su partida, por nuestra separación, sin más ausencias semanales, sin más discusiones banales por una pensión o tiempos de visita, porque ese tiempo solo será de nosotros, y estaremos juntos hasta el final de los tiempos.