lunes, 14 de noviembre de 2011

Mi amiga onírica

Mi amiga onírica se pasea entre velos de fantasía y nubes de deseo,se esconde tras diferentes máscaras de desvelo, ella tiene todos los rostros y todas las voces, pero no es ninguna de ellas y no está conmigo.

Ella guarda todas mis llaves y posee todos mis secretos, ella cierra todas mis puertas y atesora todos mis silencios, ella me ama sin contemplaciones ni miramientos.

Mi amiga onírica, encerrada en la torre de Morfeo, aquella a la que nunca podré tener esa niña caprichosa y altiva sin nombre, sin rostro, que viene y me embriaga con sus delicias, dejándome vacío y destrozado al marcharse con el alba, mi amante, mi confidente, ¿cuando estaré a tu lado?

jueves, 3 de noviembre de 2011

Leer para escribir, escribir para vivir

Cuando tenía seis años quería ser astronauta, me fascinaba a la vez que intrigaba la idea de viajar al espacio, conocer otros mundos,  apreciar la tierra “desde fuera” me imaginaba descubriendo nuevos planetas como “El Principito” visitando galaxias cercanas, haciendo contacto con verdaderos extraterrestres. Tan solo la idea de poder flotar debido a la anti gravedad me emocionaba, pero cuando vi como el  transbordador Challenger  ardía en una inmensa bola de fuego desistí de mi deseo, era más el miedo a morir achicharrado que mi interés por conocer lo que había en el espacio.

Descubrí una manera más segura de viajar a otros mundos  cuando aprendí a leer, ahora no solo viajaba a través del espacio, sino también viajaba en el tiempo, por supuesto mi primer libro fue “El Principito” y de la mano de este libro vino mi primer miedo proveniente de un libro, tenía miedo que en cualquier momento saliese una boa constrictor que según yo se escondía debajo de mi cama y me devorara a mí y a mi familia, y me asustaba que los elefantes se extinguieran debido a una sobrepoblación de boas, por supuesto soñaba con encontrar mi propio planeta.
Tiempo después descubrí las “Narraciones Extraordinarias” de Edgar Allan Poe, a mis 8 años descubrí el terror de la mano de “El gato negro”, convirtiéndose por mucho en mi cuento favorito, fui testigo de los brutales asesinatos de la “Rue Morgue”  me invadió la tristeza al presenciar “La caída de la casa de Usher” sin duda alguna había conocido el terror y el misterio.
Se convirtió en mi género favorito, y no es que a mi corta edad hubiese leído mucho, pero los libros de cuentos infantiles no llamaban mi atención, disfrutaba enormemente el libro de lecturas que proporcionaba la SEP a partir del cuarto grado, ahí conocí la enigmática Comala de Juan Rulfo,  disfrute de los cuentos cortos de Juan José Arreola,  y fue en esta etapa donde me apasione por nuestra cultura prehispánica al leer unos fragmentos de las crónicas de Fray Juan de Zumárraga, me sorprendía que el mundo no hubiese sido siempre como lo conocí.

De los pocos libros que tenía en ese entonces tres eran mis favoritos, las mencionadas narraciones de Poe, un libro de cuentos que hablaba acerca las aventuras que tenían los juguetes de un niño mexicano de los años cincuenta del cual no recuerdo ni el titulo ni el autor, y “La Biblia ilustrada por los niños”  era un libro gordo, de pasta dura y pesado que me habían regalado a los 4 años, a esa edad como aun no sabía leer me pasaba viendo las ilustraciones las cuales me parecían maravillosas, llenas de color y vida,  me pasaba horas imaginando historias a partir de estas ilustraciones.
Esta de mas decir que cuando aprendí a leer los disfrute enormemente, al menos los leí tres veces cada uno, esperaba que en algún momento mis juguetes tomaran vida como lo hacían aquellos juguetes del libro que me había heredado mi abuela,  disfrute los pasajes de la vida de Cristo, en especial las bodas de Caná, me parecía que era un mago magnífico al convertir el agua en vino, y por supuesto tuve miedo de todos los gatos negros que encontraba en mi camino.

Aparte de pedir juguetes en las navidades también pedía libros de regalo, mis padres nunca han sido afectos a la lectura, así que muchas veces no sabían qué tipo de libros regalarme, por lo general eran libros educativos, libros para hacer manualidades, del tipo “recorta y pega” pero después de leer a Poe no me satisfacían, entonces empezaron a comprarme libros de aventuras, fomentando en mi un espíritu hambriento de historias que se convertían en leyendas, me envicié con las historias de piratas, los tres mosqueteros me parecían los mejores espadachines que habían pisado la tierra y me leí la serie completa de “Martin Garatuza” a la par que leía las historietas de “Condorito” de “Capulina” y de pilón también de “Chabelo”
Y precisamente “Chabelo” era un personaje que me gustaba por partida triple, ya que aparte de leer sus historietas y ver su programa  de televisión, me gustaba mucho ir a un restaurante de carnitas que llevaba su nombre en la colonia Guerrero, dentro de mi lógica infantil pensaba que él era el dueño de dicho restaurante, ya que por algo llevaba su nombre, y me esperanzaba poder conocerlo en alguna de nuestras visitas. Me encantaba comer ahí por las excelentes carnitas que se servían, pero creo que me gustaba más aún porque en la esquina de la calle donde estaba  había un puesto de periódicos, me quedaba embelesado viendo las publicaciones que ahí exhibían, y con un poco de suerte y buena voluntad de mi padre, podía regresar a casa con alguna de mis historietas favoritas.
Cuando entré en la secundaria me dio por escribir, un poco por experimentar que se sentía hacerlo y que los demás te leyeran y otro tanto como método de conquista, empecé con pequeños poemas llenos de lugar comunes y clichés, había leído a Pablo Neruda y Rosario Castellanos, evitaba toda costa a todos los “clásicos” ya que me parecían sumamente aburridos y tediosos, los poemas poco a poco fueron saliendo de mis gustos, ya que algunos me parecían por demás absurdos y con las rimas muy rebuscadas, pretenciosos hasta cierto punto, pero mi mundo cambio de manera brutal cuanto conocí a la dupla que reivindicaría el concepto que tenía de la poesía para siempre, Jaime Sabines y Mario Benedetti.
Después de leerlos quise escribir aún más, me parecía que su obra estaba cargada de poder, descaro, angustia, cinismo, miedo y esperanza, nada de lo que había leído hasta entonces me había impactado de tal manera, y deseaba con todas mis fuerzas poder escribir si no tan bien como ellos, por lo menos con ciertas aproximaciones.

A la par que descubría a este par sin igual, llegó a mi vida H.P. Lovecraft, con todo su séquito de lugartenientes como Robert Bloch, Ambrose Bierce, August Derleth, J. Ramsey  Campbell, Lord Dunsany y Algernon Blackwood, siempre siendo mi favorito el maestro Lovecraft, si antes había conocido el terror con Poe, ahora conocería la demencia con todos estos artífices de las más escalofriantes pesadillas, por aquellos años estaba estudiando la preparatoria y gracias a un programa de Radio Universidad llamado “La noche de los tiempos” pude tener acceso a estos autores, el siguiente paso fue escribir pequeñas historias de terror que de nueva cuenta caían en lo ya muchas veces escrito, me frustraba no poder crear todo una mitología tan extensa y aterradora como los “Mitos de Cthulhu”

Pero el pensamiento siempre busca maneras de estar en constante evolución, y mi mente ciertamente necesitaba un cambio, la revolución llego de la mano de Nietzsche, una vez más me sorprendí por las letras que habían destilado la pluma del alemán, me preguntaba por cuantas cosas había tenido que pasar para llegar a esas conclusiones tan avasallantes, ¿Cuáles serían los sucesos que lo habían cambiado de manera tan profunda para después poder construir toda una filosofía en base a esa revolución que había vivido? Los poetas malditos como Baudelere y Rimbaud hicieron acto de presencia mostrándome como habían plasmado sus excesos en sus letras, los envidie si, por tener esa manera tan franca y a la vez tan enigmática de escribir

Al momento de decidir una vocación en la vida me incliné por el teatro, aunque paradójicamente no me gustaba leer teatro clásico, disfrutaba enormemente leyendo los libretos que pudiese tener a mi alcance, si he de ser franco al día de hoy no disfruto tanto leerlos como disfruto leyendo una novela, siento que en los libretos la imaginación está encadenada, reprimida y no puede volar con absoluta y plena libertad, representarlos es en cierta medida devolverle un poquito de esa libertad que se pierde al leerlos.
Y representando estos libretos es cuando pude ejercitar un poco la imaginación, conocí toda una pléyade de autores que de no ser por mis compañeros de teatro tal vez jamás hubiese llegado a conocer, nos concentrábamos mucho en leer autores mexicanos,  referentes  inmediatos eran Mariano Azuela, Emilio Carballido, Victor Hugo Rascón Banda y muchos otros José Emilio Pacheco se volvió uno de mis imprescindibles, y en alguna ocasión montamos alguna obra de Gabriel Pingarrón.

Una vez más la frustración me hacía su presa, por más que me esforzaba no lograba concretar una historia que fuese la columna vertebral de un libro, y por mucho que me esforzara la mal llamada poesía que escribía no satisfacía mis expectativas, al ver mi franca derrota decidí dejar de escribir, me concentré en representar lo mejor posible los papeles que llegaron a mis manos, y me dedique a disfrutar esta nueva etapa que iniciaba con plena conciencia que difícilmente podría vivir de ella.
Dedique entonces mis esfuerzos a leer, principalmente novelas, estando recién casado descubrí que mis suegros poseían una pequeña biblioteca con aproximadamente 3000 libros, y me decidí a tratar de leer todo cuanto pudiera, fue entonces cuando me acerque a la ciencia ficción de la mano de Ray Bradbury e Isaac Asimov, jamás intenté escribir algo en esta línea, ya que si no podía concretar una historia contemporánea, mucho menos una con tintes futuristas, simplemente me dedique a disfrutar de estos autores.

Como es lógico tenían libros de casi todos los temas que puede permitir una biblioteca familiar, desde libros de albañilería o jardinería, hasta libros acerca de metafísica y religión, deje a un lado los libros técnicos ya que jamás llamaron mi atención y durante un tiempo me dedique a leer libros teológicos, cambiando muchos de los conceptos que mi familia me había formado acerca de este tema,  pude darme el lujo de estudiar distintas religiones, conocer distintos profetas, creencias y culturas, dar un vistazo por diversas corrientes psicológicas; en una tarde podía convivir con los aguerridos samuráis, para después en un instante recluirme en un templo Shaolin, haciendo una breve escala estudiando aperturas y ataques de ajedrez.
Una de las cosas que lamento de mi divorcio es no poder tener acceso a esta pequeña biblioteca, sigo llevando una buena relación con mis ahora ex suegros, y cada que los visito es inevitable para mi desear un espacio como el que han construido ellos, rodeados de libros, encontrando un poco de paz y aislándose del caos exterior.

Nunca se sabe para quién se escribe, mucho menos lo que se le va a escribir, la mayoría de las veces creemos que escribimos para los demás, pero yo creo que siempre escribimos para nosotros mismos,  puede ser una carta de amor, una carta de despedida, un recordatorio de nuestras citas, una dirección que no conocemos, etc.  A veces sin darnos cuenta escribimos una declaratoria de guerra disfrazada con las mejores intenciones, si con el alcohol nuestro espíritu se desinhibe,  con las letras que nos arriesgamos a escribir emerge nuestro verdadero sentir, ese que pocas veces mostramos a los demás, por miedo a ser juzgados, porque seamos francos ¿a quién le gusta mostrarse tal y  como es?
De todo lo que escribí en mi adolescencia  ya no quedaban ni siquiera las cenizas, me parecía que no valía la pena conservarlo, tampoco es que hubiese mucho material para quemar, apenas un par de relatos cortos y una veintena de poemas,  insuficiente para quitarle el frío a algún vagabundo. Nunca había tenido la disciplina ni de fecharlos ni de llevar un orden, siempre había tenido la intensión de llenar todo un cuaderno de puro poema, pero no había logrado ni siquiera completar una cuarta parte, esa fue la primera vez que había decidido deshacerme de lo que había escrito.

Las personas que verdaderamente nos marcan a lo largo de nuestra vida pueden impulsarnos a escribir, a escribirles, tal fue el caso de la novia que tuve después de estrenar ex esposa, la soledad nos hace ver amor donde no lo hay, pero aun este engaño nos sirve para hacer algo productivo.
Por primera vez en mucho tiempo escribía de nuevo, le escribía el amor que creía tenerle, la felicidad que me provocaba el estar junto a ella, y los sueños en los que la hacía partícipe, escribía para convencerme de que esto valía la pena, de que podía ser duradero.
Tiempo después cuando las cosas empezaron a torcerse le escribía la desesperación que sentía al ver como nuestro barco se hundía, como nuestros sueños de una vida juntos se desvanecían y como me cansaba de tratar de remediar lo irremediable, todo tiene su fin y un fin, y lo nuestro termino 3 años y 15 poemas después. En esta ocasión y  sin quererlo perdí por segunda ocasión todo lo que había escrito, un virus en mi computadora se encargo de borrar cualquier rastro de esos escritos, y ella por supuesto no querría darme una copia por temor a que los reciclase en otra relación, los seres humanos sin duda tenemos un sentido de pertenencia muy retorcido, porque esos escritos ya no eran ni de ella ni míos, sino del tiempo y del recuerdo.

Aunque a veces pasaba meses sin escribir aun estando con ella, había decidido ya no abandonarlo,  había descubierto que era para mí una especie de catarsis, una manera de entender lo que sentía, lo que me afectaba y lo que me dolía, poco importaba si alguien más lo leía, mucho menos si les gustaba, mientras me gustara a mi era más que suficiente, mientras me sirviera a mi me daba por bien servido.

No solo hay hermanos de sangre, sino también hermanos por elección, mi hermana empezó siendo primero mi primer jefa en un despacho contable en el que trabajábamos mucho y nos pagaban poco, ella con 10 años más que yo traía todo un bagaje cultural que a mí me faltaba por conocer, contadora de profesión llevaba en la sangre los genes de la lectura y escritura muy latentes, afianzamos nuestra amistad después de muchas tardes de risas, cantos y discusiones acerca de libros que cada quien había leído, gracias a ella me acerque a toda una serie de autores que en su momento desconocía, inventamos nuestros propios juegos para matar las tardes fastidiados de revisar balanzas y archivar facturas, en el que uno daba pistas acerca de un autor, (como su nacionalidad o algún fragmento de su obra) y el otro trataba de acertar, el que tuviese más aciertos no ganaba nada en apariencia, pero creo que ganábamos mucho al conocer a un autor que nos era desconocido, al día de hoy seguimos compartiendo autores, tratamos de leer juntos y debatimos los libros, la regla es que uno escoge un libro, y si no logra atraparnos seguimos con la propuesta del otro.
No siempre tenemos afinidad en nuestros gustos, ha habido temporadas en las que alguno de los dos lee en solitario, esto es una democracia y no hay espacio para insurrecciones, siempre me reprocha el hecho de que no me gusten los autores suecos, siendo ella gran fanática de los mismos, mi único argumento es que al leerlos siento que se me congela el cerebro, no logra atraparme cualquiera de estos autores, su lectura se me hace pesada, fría, sin esa calidez que me proporcionan los autores latinoamericanos, ella por su parte no comparte mi gusto por los libros que traten sobre nuestra cultura prehispánica, simplemente no logran atraparla de la manera que a mí me atrapan.

Gracias a ella pude diversificar lo que escribía, ahora no solo me arriesgaba a escribir poesía, sino me atreví a tomar un tema en específico y desarrollarlo, su tenaz insistencia me llevo a abrir un blog en el que puedo escribir de cualquier cosa que se me venga en gana, ha sido mi mejor campo de ensayos y ella mi editora más objetiva, el que sea  mi hermana, sin no borra el hecho de que antes fuera lectora y de las más exigentes.
Ella unos meses antes había abierto su propio blog, al igual que yo escribía de lo que quería, películas, música, sociedad, familia, etc. Esto no significaba que tuviese similitudes con el mío, ya que ambos fuimos desarrollando un estilo particular, y mientras ella escribía de los niños que molestaban a su hija en el kínder, yo reseñaba el concierto de mi grupo de rock favorito.

Muchas veces nos hemos enfrentado al síndrome del “cerebro seco” esto es cuando no se nos ocurre ningún tema para desarrollar, sentimos envidia de esos autores que son tan prolíficos al momento de escribir, y nos preguntamos qué técnica tendrán para siempre estar escribiendo. Llegamos a la conclusión de que para ellos de alguna manera era menos complicado que para nosotros porque se dedicaban a ello al 100% nosotros con hijos y responsabilidades podíamos dedicarle solo unas horas a la semana si teníamos suerte, claro que esto no es una regla general  en todos los escritores, ya que hay algunos como José Saramago se pueden pasar años sin escribir, y como él en alguna ocasión dijo, si no escribía es porque en ese momento no tenía nada que decir, y a veces ciertamente no se tiene nada que escribir, porque siempre es mejor escribir algo con contenido que solo llenar el espacio de una hoja con palabras que no aporten nada

Hemos experimentado también la frustración de que nadie comente en nuestros respectivos blogs, porque al momento de escribir también se ha despertado en nosotros el deseo de que nos lean y nos critiquen, nos alaben, nos repudien, y que con su crítica constructiva o destructiva nos retroalimenten para seguir escribiendo, lo que no esperamos es que nos ignoren, puede ser gratificante tener 5000, 10000, ó 20000 visitas, pero es aun mejor tener un comentario por cada una de ellas. Descubrimos que empezamos por escribirnos a nosotros mismos, esperando que los demás nos lean, y provocar en los demás algún sentimiento, una reflexión, una sonrisa, quizás evocar algún recuerdo que creían olvidado,  tal vez causar polémica al tener un punto de vista distinto a ellos, yo creo que las letras que no te provocan algo es porque simplemente no tienen alma.

A mí en lo personal escribir en el blog me ha servido como una terapia, una catarsis para sacar aquello que duele y lastima, aquello que no se puede decir en voz alta, o para por fin decir lo que nunca se dijo a esa persona a la cual ya no podemos tener de frente, ahí están reflejados muchos sentimientos que la gente que me conoce ni siquiera se imaginaba que tenía.

Por lo general lo que escribo en el blog rara vez pasa  por mis mas aguerridas editoras, sin embargo para escritos más elementales y de mayor peso recurro a sus opiniones,  ahora no solo mi hermana me corrige el estilo, sino Laura, una amiga incondicional que está al otro lado del océano Atlántico, logrando lo que muchos de nosotros no podemos, o no pudimos en su momento: tener un matrimonio feliz y pleno.
Ella hace comentarios acerca de mis faltas de ortografía, al estar casada con un escritor sabe identificar cuando en la escritura no está yendo hacia ningún lado, mérito aparte el que también sea una voraz lectora, ella y me hermana me ofrecen dos puntos de vista tan lejanos como próximos, y en más de una ocasión me han ayudado a corregir el rumbo.

He aprendido que puede decirse mucho con poco, la regla que me he impuesto para escribir es plasmar algo que salga del corazón y que preferentemente aporte algo a los demás, nuestra primer prioridad debemos ser nosotros mismos, en la medida en que nos guste y satisfaga lo que escribimos puede tocar fibras sensibles en los demás, por supuesto se le debe de dedicar su tiempo y espacio, y tener claro lo que se va a escribir,  si nos presionamos en tratar de escribir algo que nos sentimos al final acabaremos por no decir nada.
No sé durante cuánto tiempo más siga escribiendo, se que en algún momento me gustaría vivir de lo que escribo, tal vez me pase años sin escribir por no tener nada que decir, o quizás necesite decir tanto que iniciaré por escribir todos los días, pero lo que si se con claridad es que es una de mis mejores medicinas, y junto con la lectura, puedo fugarme a lugares en donde el dolor no me puede tocar.