sábado, 23 de abril de 2011

INVENTARIANDO, DESECHANDO Y CONSTRUYENDO

Tenemos tendencia a no soltar las cosas, nos aferramos a recuerdos, lugares, personas, situaciones, objetos y un largo etcétera, le rendimos un culto obsesivo al pasado por temor a afrontar el presente, creemos que el futuro ya no nos traerá todas las cosas buenas que hemos deseado, que hemos anhelado y que por supuesto necesitamos y merecemos.

El espíritu se pervierte con el veneno del tiempo perdido, los sueños se estancan y decidimos dejarlos guardados en el baúl de los propósitos futuribles, con la intención de algún día llevarlos a cabo, pero no determinamos el tiempo ni las circunstancias bajo las cuales volverán a ver la luz para poder realizarce, vamos aplazando nuestras prioridades en pos de personas para las cuales no somos prioridad, decidimos mimetizarnos en la vida de otros esperando que en algún momento les llegue la iluminación y recuerden que estamos a su lado, escondidos en la sombra, la mente se vuelve servil y no hace otra cosa mas que esperar.

Es entonces cuando llenamos nuestro inventario de cosas inútiles que paradójicamente solo tienen la utilidad de estorbar, nos da miedo el cambio, la acción y la reacción que puedan generar estas acciones, la costumbre es un lastre que solo nos permite avanzar en círculos enfermizos y desgastantes, y para romperlos es necesario hacer un recuento de todas estas cosas sin sentido, sacarlas, exorcizarlas, quemarlas y esparcir las cenizas en el olvido para así, con el almacén mental vacío, poderlo llenar de nuevos sueños, situaciones, momentos, risas y todas esas cosas que anhelamos.

Por supuesto el proceso es difícil, los apegos declaran una guerra encarnizada al cambio para poder seguir estorbando, pero teniendo la recapitulación como un as bajo la manga podemos ganar esa guerra por demás necesaria y vital para nuestro crecimiento y liberación, demos derrocar la tiranía del superyo para poder instaurar la democracia del yo, dejarnos llevar por las circunstancias y aceptar de buena fe y con esperanza los cambios venideros, todo sea por la evolución y por avivar en nuestro interior esa llama casi extinta llamada felicidad.

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